Impeler_seráficamente_lozanía (para leer con la canción de fondo)

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Llegaba tarde. La sala estaba de bote en bote, solo faltaba Mario. Empezó a preguntar pero todo el mundo parecía haberle perdido de vista. Se angustió, y lamentó los veinte minutos frente al espejo. Mario, como ella, odiaba las despedidas. De repente empezó a sonar “Nocturne in Eb” e impelida por la sonata avanzó por entre la gente, saludando a unos y a otros, hasta que llegó al piano. Ahí estaba, tocando y sonriendo seráficamente.

-Por un momento pensé que te habías ido.
-Te prometí que me despediría con Chopin.
-Es romántica, y también melancólica.
-Por eso te gusta.

Mario se levantó, la agarró por la cintura y la besó.

-Mario, ¿por qué no lo intentamos de nuevo? ¿Por qué no te quedas?
-Porque te quiero demasiado para volver a hacerte daño.
-Pues vuélvela a tocar.

Al piano, Mario adquiría un aspecto lozano que le hacía todo un seductor. Sus movimientos eran ágiles y graciosos, a la vez que apasionados.

Cuando hubo terminado, no había ni rastro de Claudia. Estaba sentada bajo un álamo del parque, maldiciendo la noche en que entró en aquel local poseída por la “Nocturne”. Desde el primer momento le quiso con locura, pero a su vez, le odiaba con toda sus fuerzas, a él y a Chopin por presentárselo.

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