Llegaba tarde. La sala estaba de bote en bote, solo faltaba Mario. Empezó a preguntar pero todo el mundo parecía haberle perdido de vista. Se angustió, y lamentó los veinte minutos frente al espejo. Mario, como ella, odiaba las despedidas. De repente empezó a sonar “Nocturne in Eb” e impelida por la sonata avanzó por entre la gente, saludando a unos y a otros, hasta que llegó al piano. Ahí estaba, tocando y sonriendo seráficamente.
-Por un momento pensé que te habías ido.
-Te prometí que me despediría con Chopin.
-Es romántica, y también melancólica.
-Por eso te gusta.
-Mario, ¿por qué no lo intentamos de nuevo? ¿Por qué no te quedas?
-Porque te quiero demasiado para volver a hacerte daño.
-Pues vuélvela a tocar.
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