Resaca_suspiro_domingo

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La poca luz vespertina que se colaba por la persiana le despertó. Habían estado bebiendo y fumando marihuana toda la noche. Les gustaban los sábados porque tenían el domingo para sufrir la resaca. Desde que ambos empezaron a trabajar a un ritmo más vertiginoso, se habían prohibido poner alarmas los domingos, y antes de echarse a la cama, desconectaban el cable del fijo.

Helga tenía el sueño muy ligero y Javi sabía que el más nimio movimiento la despertaría, así que se desperezó con cuidado y se volteó hacia su derecha para observarla. Su rostro era suave y delicado, y las diminutas pecas en la nariz y los pómulos, que parecían estar coloreadas con un lápiz marrón claro, estaban repartidas de forma tan divertida que le resultaba imposible aburrirse aunque llevara más de un año viéndolas.

Se aproximó un poco más a ella empujado por el embriagador perfume de sus cabellos dorados. Ni siquiera el tabaco conseguía apagarlo. «Despacio, Javi, despacio», se repetía mientras descendía hacia el cuello. Helga todavía desprendía un irresistible olor corporal de almendras y aloe vera. Javier odiaba que se embadurnara con potingues de esos; decía que estaba pegajosa y que al acariciarle, sus manos no se deslizaban como él quería, pero el tiempo le demostró que lo que él llamaba potingues habían hecho que la piel de Helga fuera todavía más suave.

Se le escapó un melancólico suspiro, que enseguida cortó llevándose las manos a la boca por temor a despertarla y se decidió a levantar un poco la colcha para contemplar aquel manantial de obscenidades tiernas. Estaba realmente sexi con aquellas braguitas nuevas semi transparentes y la camisetita blanca de tirantes de siempre.

Después de pensárselo treinta centésimas, se sumergió en la profundidad de la cama de 1,80, consumido por la hermosa sencillez del cuerpo de Helga. Lo que más le gustaba de ella era la ligera elevación de su vientre, y la areola rojiza de sus pechos, que adivinaba ansioso bajo su ropa. Se apoderaron de él unas tremendas ganas de ella. «¡Qué coño!» se dijo y, todavía con cuidado para no cargarse la excitación del momento, le bajó las braguitas decidido a celebrar lo que quedaba de domingo.

Impeler_seráficamente_lozanía (para leer con la canción de fondo)

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Llegaba tarde. La sala estaba de bote en bote, solo faltaba Mario. Empezó a preguntar pero todo el mundo parecía haberle perdido de vista. Se angustió, y lamentó los veinte minutos frente al espejo. Mario, como ella, odiaba las despedidas. De repente empezó a sonar “Nocturne in Eb” e impelida por la sonata avanzó por entre la gente, saludando a unos y a otros, hasta que llegó al piano. Ahí estaba, tocando y sonriendo seráficamente.

-Por un momento pensé que te habías ido.
-Te prometí que me despediría con Chopin.
-Es romántica, y también melancólica.
-Por eso te gusta.

Mario se levantó, la agarró por la cintura y la besó.

-Mario, ¿por qué no lo intentamos de nuevo? ¿Por qué no te quedas?
-Porque te quiero demasiado para volver a hacerte daño.
-Pues vuélvela a tocar.

Al piano, Mario adquiría un aspecto lozano que le hacía todo un seductor. Sus movimientos eran ágiles y graciosos, a la vez que apasionados.

Cuando hubo terminado, no había ni rastro de Claudia. Estaba sentada bajo un álamo del parque, maldiciendo la noche en que entró en aquel local poseída por la “Nocturne”. Desde el primer momento le quiso con locura, pero a su vez, le odiaba con toda sus fuerzas, a él y a Chopin por presentárselo.

Canícula_perlar_ bienestar

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La canícula se le hace insoportable en agosto, sobretodo por las noches. Ni siquiera con una ducha justo antes de echarse a dormir consigue librarse de la pegajosidad, que no contenta con humedecer su camiseta, ofusca también sus ideas. La lectura deviene tarea agotadora con las bragas pegadas al culo; y si enciende el portátil los muslos terminan abrasándole… Diez minutos después, el sudor empieza a perlar su rostro sofocado, así que termina por apagar la luz.

Tres noches atrás, el termómetro marca los mismos grados. Con ella, él. Y su pierna sobre su cadera, el brazo agarrándole el vientre, las manos de ella perdidas en su cabello negro y ondulado, y las respiraciones de ambos casi mezclándose… A los dos minutos un profundo bienestar la vence.

Es lo que tiene dormir bien acompañado.

Primera entrada_hola

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Miradme aquí, Gloria Fuertes


Miradme aquí,
clavada en una silla,
escribiendo una carta a las palomas.
Miradme aquí,
que ahora podéis mirarme,
cantando estoy y me acompaño sola.
Clarividencias me rodean
y sapos hurgan en los rincones,
los amigos huyen porque yo hago ruido
y saben que en mi piel hay un fantasma.
Me alimento de cosas que no como,
echo al correo cartas que no escribo
y dispongo de siglos venideros.
Es sobrenatural que ame las rosas.
Es peligroso el mar si no sé nada,
peligroso el amor si no sé nada.
Me preguntan los hombres con sus ojos,
las madres me preguntan con sus hijos,
los árboles me insisten con sus hojas
y el grito es torrencial
y el trueno es hilo de voz
y me coso las carnes con mi hilo de voz:
¡si no sé nada!